
Un equipo de especialistas trabaja en Gijón para mejorar la calidad de vida de personas con discapacidad a través de la equinoterapia. La Fundación Eduardo Kocina lidera este programa en la Escuela Chas, donde la interacción con los caballos se convierte en una herramienta de rehabilitación neuromuscular, estimulación cognitiva y desarrollo emocional. La iniciativa, que sigue un enfoque individualizado, está orientada a optimizar la movilidad, reforzar el equilibrio y fomentar la integración social de los participantes.
Jesús Kocina, presidente de la fundación, explica el propósito del proyecto: “El caballo es un mediador terapéutico excepcional. Queremos acercar esta terapia a quienes más pueden beneficiarse de ella, eliminando barreras económicas y logísticas. Este programa facilita un entorno estructurado en el que cada usuario avanza según su capacidad y evolución”.
La equinoterapia se implementa con un programa de atención especializada ofrecido durante el curso escolar a diez personas que acuden un día a la semana, en grupo de dos personas, y que trabajan con la Asociación de Terapias Ecuestres con expertos en intervenciones asistidas con caballos, garantizando una atención integral.
La metodología utilizada parte del análisis individual de cada persona. Los profesionales diseñan sesiones específicas, teniendo en cuenta su grado de movilidad, coordinación y capacidad de respuesta.
“Cada ejercicio tiene un objetivo concreto: mejorar el tono muscular, estabilizar la postura o potenciar la comunicación. No se trata solo de montar a caballo, sino de aprovechar su movimiento para lograr avances funcionales”, detalla Marisol Mesa, directora de la Fundación que señala que “ensu mayor parte se trata de personas que acuden a centros de Educación Especial o residen en centros por lo que se puede observar cómo la interacción con los caballos influye en su desarrollo social, físico y cognitivo”.
La equinoterapia ha demostrado ser eficaz en diversos colectivos, incluyendo personas con trastorno del espectro autista, parálisis cerebral o daño cerebral adquirido. Investigaciones recientes han evidenciado mejoras en el control postural, la propiocepción y la reducción de espasticidad en pacientes con lesiones neurológicas. En niños con autismo, estudios han registrado avances en la regulación sensorial y la interacción social tras varias semanas de terapia ecuestre.
“Las mejoras en el equilibrio y la marcha son fácilmente observables, pero también trabajamos aspectos menos evidentes, como la autoestima y la gestión de emociones” , añade Mesa.
El desarrollo de la terapia sigue un esquema progresivo. En una primera fase, los participantes se familiarizan con el entorno ecuestre y los caballos, trabajando la confianza y la seguridad.
Posteriormente, se incorporan ejercicios específicos en el suelo y en la monta, con adaptaciones según cada caso. Las sesiones incluyen estimulación táctil, ejercicios de lateralidad y actividades para potenciar la independencia funcional.
“El caballo proporciona un estímulo multisensorial único. Su movimiento tridimensional activa patrones neuromotores que difícilmente se consiguen con otros métodos de rehabilitación” , explica Mesa.
El impacto en la salud física es evidente, pero también se reflejan cambios en el ámbito psicológico y social. Los pacientes desarrollan vínculos con los caballos, lo que contribuye a reducir la ansiedad y mejorar la concentración. Además, el trabajo en grupo dentro de la terapia favorece la comunicación y la integración.
“Hemos visto cómo personas con graves dificultades para expresarse comienzan a establecer contacto visual y a responder con mayor claridad después de varias sesiones”, destaca Kocina.
El programa no solo se centra en el tratamiento, sino que también busca generar conciencia sobre la importancia de la terapia ecuestre. La Fundación Eduardo Kocina ha establecido convenios con asociaciones locales y entidades del ámbito sociosanitario para facilitar el acceso a esta intervención.
“Queremos consolidar este espacio como un referente en Asturias, ofreciendo formación a profesionales y promoviendo estudios que avalen científicamente su impacto”, señala el presidente de la entidad.Los datos recogidos hasta la fecha respaldan la continuidad del proyecto. Los avances registrados en movilidad, estabilidad emocional y habilidades sociales han superado las expectativas iniciales.
“Uno de los participantes llegó con un patrón de marcha inestable y, tras meses de terapia, logró desplazarse con mayor seguridad. Otro, con dificultades severas de comunicación, ha desarrollado respuestas más espontáneas”, apunta Mesa. La observación sistemática de cada caso permite evaluar de manera precisa los progresos y ajustar la intervención según las necesidades de cada usuario.
En cuanto a los retos futuros, la fundación estudia ampliar el programa a otras localidades y fortalecer la colaboración con el ámbito académico.
“Nuestro objetivo es seguir investigando y mejorando las estrategias terapéuticas. Cada persona responde de manera diferente a la equinoterapia, por lo que es fundamental desarrollar nuevas metodologías basadas en la evidencia científica” , concluye Kocina.
Mientras tanto, Fundación Eduardo Kocina sigue encontrando en la relación con los caballos, un recurso efectivo para potenciar su autonomía y bienestar. La combinación de la rehabilitación física, la estimulación cognitiva y el refuerzo emocional hace de este programa una alternativa terapéutica de alto impacto, cuyo desarrollo abre nuevas perspectivas en la atención a colectivos vulnerables.
